El siglo XVIII desde el punto de vista estilístico, se
vio dominado por dos corrientes: el Rococó, que fue un estilo primordialmente
decorativo, surgió como una evolución natural del Barroco, que aún se mantuvo
vigente varias décadas y el Neoclasicismo fue la continuación de la tendencia
clasicista que, durante el siglo XVII, había convivido con el arte Barroco.
Francia fue el centro irradiador de las nuevas
tendencias, pero éstas fueron interpretadas de manera particular en cada país,
de modo que, hacia mediados del siglo XVIII, el panorama artístico europeo era
un conglomerado de estilos entremezclados que, con frecuencia, dieron como
fruto obras difíciles de clasificar. Además, debe añadirse que, antes de
finalizar la centuria, empezaron a darse las primeras muestras artísticas,
marcadas por la mentalidad y el gusto del Romanticismo.
El estilo Rococó: arquitectura y escultura
El estilo
Rococó nació en la corte francesa, durante la minoría de edad de Luis XV. Es,
por lo tanto, un estilo cortesano que, por tratarse fundamentalmente de una
concepción decorativa, se extendió rápidamente entre la nobleza y la burguesía
más poderosa que lo adoptó para ornamentar sus mansiones.
Partió del
Barroco más recargado, se caracterizó por la adopción de complejas asimetrías,
cuyos retorcimientos asemejan extrañas conchas marinas, en las que se insertan
formas vegetales sinuosas. Ese motivo decorativo, que puede repetirse y
prolongarse cuanto se desee, fue utilizado como marco que encuadraba cualquier
elemento arquitectónico o decorativo (ventanas, puertas, molduras, espejos,
etc.)
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Los materiales
empleados en la decoración rococó fueron, principalmente, el estuco y la
madera, generalmente, dorados o simplemente pintados, pues los materiales duros
hubieran resultado muy caros, al tener que ser trabajados con la complejidad
que imponía el estilo. Por lo tanto, se sintió fuertemente inclinado hacia lo
exótico, representado por el gusto hacia lo chino, conocido por las porcelanas,
las sedas o los pequeños muebles (biombos) traídos de aquel país.
La arquitectura
del Rococó apenas se ocupó de los exteriores que, por lo general, siguieron
fieles al modelo del clasicismo versallesco. Como arte decorativo se interesó
más por los interiores, que dejaron de ser grandes espacios para transformarse
en pequeñas salas donde la intimidad invitaba más al goce de la vida. Así, las
estancias se decoraban con todo tipo de objetos, por lo general de pequeño
tamaño, donde la delicadeza y el lujo pretendían poner de manifiesto el
carácter de sus dueños.
La arquitectura
se dio en Francia, en Alemania, sobre
todo el sur del país y, en España fue
escasa. Y, a la escultura, el Rococó no
produjo obras de gran interés. En Francia trataron el desnudo femenino; en
Alemania, la escultura y en España demuestra cierto interés por la belleza
clásica en algunos de sus semidesnudos; no obstante, su dulzura, su delicadeza
y la falta de dramatismo
Debe señalarse, por último, que este estilo impulsó
notablemente las artes menores decorativas. Así, las porcelanas, los bronces,
el mobiliario, la tapicería y los trabajos en cristal fueron frecuentes piezas
de la decoración rococó.
El estilo Rococó decayó a partir de mediados de siglo,
pues suponía un camino cerrado a la evolución y además resultó claramente
rechazado por los enciclopedistas, de los que Diderot fue su más claro enemigo.
El estilo Neoclásico: arquitectura y escultura
A partir de
mediados del siglo XVIII comenzó a tomar forma un nuevo estilo, ya que el
Rococó estaba ya agotado y su imposible evolución exigía buscar una salida
diferente.
La cuna del
Neoclasicismo fue Italia y las ruinas griegas de la Magna Grecia (sur de
Italia) el modelo, pero donde el nuevo estilo se configuró fue en Francia. Allí
la fuerte ideología revolucionaria de la Ilustración haría del Neoclasicismo el
modelo que se oponía al arte cortesano y aristocrático.
La arquitectura del Neoclasicismo buscó un
predominio de la sencillez y de la limpieza de formas. Se volvió a las líneas
rectas y a los muros lisos con escasos elementos decorativos. Las columnas
fueron de nuevo el centro de interés, estableciéndose el modelo de columna
dórica con fuste acanalado. Las fachadas volvieron a reproducir las de los
templos griegos, con sencillos frontones que contenían esculturas o relieves.
El mármol y el bajorrelieve reaparecieron, desplazando el artificioso estuco.
Y, como herencia del Renacimiento, ya para entonces clásico, se mantuvieron las
cúpulas, aunque exentas de decoraciones inútiles.
El
Neoclásico fue un arte poco original en el que predomina la copia de modelos
establecidos; quizá por ello, el mayor mérito de sus mejores arquitectos fue la
proporción y el sentido del ritmo en los elementos que constituyen las
construcciones.
Difundida por toda Europa, la arquitectura
neoclásica realizó sus obras más significativas en el último tercio del siglo
XVIII y en los primeros años del siglo XIX, pero el estilo se mantuvo vigente
varias décadas más. Se dio en Francia, en Alemania, en Inglaterra y en España, donde tardó en imponerse por la gran fuerza del
Barroco, pero en época de Carlos III, el estilo neoclásico dio buenos frutos. También
ejerció influencia en EEUU.
Por lo que respecta a la escultura neoclásica, fueron pocos los artistas
que destacaron antes de llegar a finales del siglo XVIII. En España se dio una
tradición a la imaginería muy fuerte. Se inspiraron en los modelos romanos y a
través de ellos realizó una escultura clásica, por lo que hubo una recreación en
temas y personajes de la antigua
mitología griega, realizados desde el más puro academicismo.
A lo largo del
siglo XVIII el desarrollo de la pintura fue muy desigual en los distintos
países europeos. Francia, generadora del Rococó y del Neoclasicismo, dejó
sentir la influencia de estos estilos en su pintura. Inglaterra vio nacer su
primera generación de grandes maestros de la pintura con sus retratistas de
mediados del siglo XVIII, para desembocar, a comienzos del XIX, en la pintura
de paisaje. En Italia, la pintura del XVIII no alcanza grandes cotas de interés
por la pervivencia de la influencia Barroca y tan sólo sobresale la obra de
algunos pocos artistas. Alemania mantiene su interés por el Barroco, al tiempo
que siente la influencia francesa e italiana. Y España recibe pintores de toda
Europa, ante la falta de genios nacionales, hasta que, a finales del siglo
XVIII, surge la portentosa figura de Goya.
Francisco de Goya fue un pintor de difícil
clasificación, ya que su obra, iniciada a finales del siglo XVIII, bajo la
influencia de las corrientes de la época, alcanzó en los primeros años del
siglo XIX, una fuerte personalidad alejada ya de toda moda. En sus cuadros
podemos destacar los cartones,
retratos, pinturas de guerras, pinturas negras, grabados y, Frescos y pintura
religiosa
La música en la Ilustración
En el siglo XVIII, la música, o más bien los músicos, se liberaron de la
servidumbre de la Iglesia, aunque pasaron a depender de otros protectores: los
nobles. Los músicos se veían obligados a componer continuamente para todos los
actos sociales de sus patrocinadores. EN la segunda mitad del siglo XVIII fue una
música cargada de serenidad, dominio y refinamiento, que tuvo como finalidad el
triunfo del arte sobre los sufrimientos e imperfecciones de la vida.
Las formas
musicales que se desarrollaron en este tiempo fueron: la sonata y la sinfonía.
Ambas significaron el triunfo definitivo de la música sobre el texto y sobre la
música religiosa. La ópera también se fue transformando vertiginosamente.
Hay que
destacar la gran importancia que tuvo la Escuela de Mannheim (ciudad alemana)
en la que se estableció una orquesta que serviría de modelo a las orquestas
clásicas posteriores.
(Consultado el 23 de Mayo de 2014)